viernes, 8 de junio de 2012

Cáncer

Fue raro cuando me di cuenta. Estaba ahí, a mi alrededor, incluso se podía respirar en el aire. Me costó asimilarlo. Tarde o temprano iba a irse y yo no podía hacer nada. Me sentí más inútil de lo normal, como si yo fuera la culpable. Puede. Puede que yo sea la culpable de esos 623 kilómetros que no deberían ser obstáculo, pero sin embargo, lo son. Aunque, por más lejos o cerca que estemos, ella te tiene. Te tiene. Te controla. Te castiga. Te hace sufrir. Eres su esclavo y estás condenado a serlo para siempre. Ojalá yo estuviera ahí para acabar con las correas que te atan a ella.
 Pero, calla y escucha, por más lejos que estés, ambos acabaremos ahí arriba. Y entonces, todo será perfecto. Estaremos en lo más alto y ella desaparecerá sin dejar rastro del daño que te hizo. Ahí arriba todo será diferente. Pero, mientras, tenemos que luchar contra ella. Tenemos que atravesar este camino de rosas que nos supone la vida. Tenemos que sentir el pinchazo de esas espinas que se te clavan en las entrañas y no te dejan seguir. Tenemos que enamorarnos de ese dulce olor a rosa. Acuérdate siempre de que podemos. Podemos acabar con todo esto. Podemos acabar con el cáncer.

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